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“El negocio inmobiliario pasa por meter gente en zonas inundables”

May 9, 2011

Vadeando calles de Buenos Aires-ciudad inundable

ENTREVISTA AL ECOLOGISTA ANTONIO ELIO BRAILOVSKY
“El negocio inmobiliario pasa por meter gente en zonas inundables”
Publicado el 9 de Mayo de 2011 – Tiempo Argentino

Por Gustavo Sarmiento
Ex defensor del Pueblo, asegura que la Ciudad de Buenos Aires está condenada a inundarse, porque sus gobernantes prometen “obras salvadoras” pero no asumen el problema de la construcción indiscriminada, que impide drenar el agua.
 
 
Buenos Aires es una ciudad inundable y está condenada al desastre permanente. Esa es la conclusión a la que llega en su último libro el profesor universitario y ecologista Antonio Elio Brailovsky, quien dialogó con Tiempo Argentino sobre las inundaciones porteñas, que antes se producían de forma masiva cada 15 años y ahora se repiten en lapsos menores a 12 meses. El autor asevera que “los desastres naturales no existen” y que el desastre “es la expresión social de un fenómeno natural”. En su libro, recorre la historia de la Ciudad de Buenos Aires (y sus errores históricos), demostrando cómo su Área Metropolitana ha ido ocupando una superficie cada vez mayor de terrenos bajos, cumpliendo un destino que parece inevitable. Brailovsky, ex Defensor del Pueblo especializado en medioambiente, habla de “loteos inescrupulosos” que derivan en “obras salvadoras”, cuya contribución a la solución de los problemas siempre es menor que la esperada.
 
–¿Cuál es el origen de las inundaciones en Buenos Aires?
–La historia de las inundaciones en la Ciudad es, en buena parte, la historia de su descenso. Garay la funda en 1580 en lo alto de la barranca que se ve al borde de Plaza de Mayo y Parque Lezama. Cuando crece, ocupa cantidad de sitios bajos: el Bajo Belgrano, el bajo de Palermo, la zona de inundación del Arroyo Maldonado, el Vega, lagunas y pantanos. De hecho, el Bajo Flores era un pantano. Sitios que, por razones de desarrollo urbano, empiezan a ocuparse, en lugares de mayor riesgo. Nosotros tenemos en nuestra cultura la ficción de que el desarrollo de la ciudad (las construcciones, el cemento, etcétera) termina haciendo desaparecer la naturaleza y, en verdad, la naturaleza sigue funcionando. Si escondemos un arroyo, sigue funcionando. Hay una dinámica de lluvias, de aguas subterráneas, de arroyos tapados, que cuando llueve, empieza a funcionar. Y por algún lado sale esa agua.
–Entre los acontecimientos históricos que hicieron a la Ciudad más proclive a las inundaciones, usted menciona la gestión de Antonio Crespo, a fines del siglo XIX.
–Ese intendente inaugura el negocio de la inundación ajena, autoriza los loteos en zonas inundables, en el arroyo Maldonado, para obreros de una fábrica de calzado, en una zona que nunca debió haber sido ocupada. Y se lo agradecemos poniéndole el nombre a ese barrio: Villa Crespo. La Ciudad baja, baja y baja, y se genera un mecanismo perverso: todo el mundo le echa la culpa al gobierno de turno, pero es un fenómeno que empezó hace más de un siglo. 
–¿Cómo opera en este contexto el sector inmobiliario?
–El que gobierna promete obras, y los empresarios del sector hacen negocios alternados. Primero, el negocio inmobiliario: meten gente en zonas inundables. Y después, el negocio de las obras, para salvar a todos. Y se da una paradoja: cada obra atenúa la inundación pero aumenta la cantidad de inundados, porque crea la sensación ficticia de seguridad. No se le puede decir a la gente: hicimos la obra y la ciudad se va a seguir inundando. Se le dice que va a ser la salvación “por toda la enternidad”, entonces va más gente. A la próxima lluvia grande, hay medio metro de lluvia, ya no un metro, pero hay más personas que la sufren. Luego, todo el mundo reclama nuevas obras. 
–¿Cuál debería ser el primer paso ante el problema?
–Asumirlo. Si lo asumiéramos, por lo menos podríamos empezar a trabajar sobre paliativos: que no haya garajes subterráneos o espacios habitables en sitios que se inundan. Para esto, el Código de Planeamiento Urbano tiene que decir algo. Existe un mapa de riesgo hídrico hecho por un grupo de profesionales con mucho detalle, y que no ha sido oficializado. Esa tendría que ser la herramienta para que uno sepa qué nivel de riesgo hídrico tiene la parcela de su casa, o de la casa que quiera comprar. 
–¿Y por qué no se oficializa?
–No es una prioridad para los políticos. Así como en otros temas ha habido diferencias profundas entre gestiones, en la actitud hacia las inmobiliarias hay una importante continuidad que consiste en proteger el boom inmobiliario. No hay que prometer que lo vamos a solucionar esta vez. Si uno acepta que el problema existe, en vez de cruzar las avenidas en botes, podemos poner puentes peatonales. 
–¿Cuál es el rol del propietario que vive en una zona inundable?
–Existe ahí una complicidad perversa. El propietario no quiere tanto que se le solucione el problema como que su propiedad no se desvalorice. Es una prioridad más económica que ambiental. Si el inmueble está en zona inundable, vale menos. En algún momento, la autoridad tiene que plantearse pagar el costo político de que cientos de miles de personas se enojen y decir la verdad. Ni el progresismo ni la derecha están dispuestos a eso. 
–¿Qué piensa de las obras en el Arroyo Maldonado? Macri anunció que el túnel corto estará listo en junio, con el que, según afirmó, ya no se inundaría Palermo.
–Esta obra es un buen ejemplo de continuidad, porque la empezó Ibarra y Macri la aceptó. Hay muchas dudas, y es demasiado cara en relación a los beneficios. Cuando algo está abajo, está abajo, y el agua baja. Es probable que ayude en alguna zona, pero pensarlo como solución defitiniva me parece excesivo. Me preocupa que, actualmente, la zona inundable de la cuenca del Maldonado tenga el doble de densidad poblacional que el promedio de la Ciudad. Es algo para revisar: no sigamos metiendo más gente en área de riesgo, después no podemos sacarla.
–¿Qué opina sobre la estrategia del entubado?
–Se entubó el Maldonado, como los otros, para mejorar la situación inmobiliaria, pero un entubado hace que el arroyo desagüe más lentamente. En una inundación, lo que uno necesita es que el exceso de agua se vaya rápido. El entubado aprisiona el agua: hay rozamiento con bordes, costados, columnas, con el techo y entonces tarda más en salir. El entubado empeoró las inundaciones.
–¿Y entonces qué hay que hacer?
–Lo mejor es dejar los arroyos a cielo abierto, y a la zona de inundación, parquizarla. Pero hoy estamos en una situación irreversible. Se supone que los espacios verdes ayudan a que el agua siga; en cambio existe la tendencia, desde hace 20 años, a eliminarlos o ampliar el espacio de cemento. Es más fácil mantener espacios con baldosas que algo que está vivo. Los gobiernos porteños no tuvieron en cuenta que la naturaleza posee mecanismos que funcionan adentro de la ciudad. En vez de reclamar a los gritos una solución definitiva, hay que preguntarse primero si existe y si podríamos pagarla. 
–En su investigación se nutre de los aportes de textos literarios.
–Existe una novela pionera de Bernardo Verbitsky, Villa Miseria también es América. Está ambientada en una villa miseria en una zona inundable del Arroyo Maldonado, poblada por gente a la que después echaron, para urbanizar. Pero es el mismo sitio donde se inundaban los villeros. En este momento, hay una zona muy crítica en las villas al borde del Riachuelo, que se largaron a construir. Todas estas situaciones son extraordinariamente complejas, y cada zona tiene sus problemas particulares. En El matadero, Esteban Echeverría describe una gran inundación ocurrida durante la primera mitad del siglo XIX, y dice que la Ciudad estaba rodeada de agua, no que el agua hubiera entrado, precisamente porque todavía no se habían ocupado las zonas más bajas. Por el estilo realista de la obra, Echeverría no inventó, efectivamente tiene que haber sido así. 
–¿Qué conclusiones saca de la lectura de los mapas de siglos pasados, que publica en su libro?
–Existen mapas de la Ciudad del siglo XVIII y XIX, donde se marcan las líneas topográficas, la barranca que separa del río, e indican el borde de la zona inundable del Riachuelo. Cuando se empieza a ocupar el bajo, la zona de Barracas y La Boca, que se inunda, esas líneas se borran. Hay más información en algunos mapas del siglo XVIII que en la guía común de calles de Buenos Aires. En los de antes dicen: este es el bajo, el alto, las barrancas, allá bajo se inunda. Ahora, en ninguna guía se lee eso.  
Anegamientos, cada vez más seguidos
 
Durante siete décadas, las grandes inundaciones en la Ciudad se produjeron con intervalos de 15 años, en promedio: en 1940, 1959, 1967, 1985 y 2011. Pero luego, esa recurrencia se incrementó.
Hubo tormentas y graves anegamientos de barrios en diciembre de 2002, marzo de 2005, febrero y octubre de 2006, marzo y octubre de 2007, noviembre de 2009 y dos en enero de 2010, los días 12 y 18.
En febrero del año pasado, hubo dos grandes inundaciones. El día 15, cayó un récord de 88,5 milímetros. Y el 19, el anegamiento de calles produjo dos muertes. Según Brailovsky, se pescaron sábalos en la Avenida Santa Fe.

Buenos Aires – ciudad inundable

May 5, 2011

El Libro de Brailovsky

buenos aires, ciudad inundable
Brailovsky, Antonio Elio
Editorial: CAPITAL INTELEC
Isbn: 9789876142694
Precio: $ 75.00
¿Por qué se inunda Buenos Aires? En este libro Antonio Elio Brailovsky recorre los casi cinco siglos de vida de la urbe fundada en 1536 por Pedro de Mendoza, estudia el progresivo avance de la urbanización sobre las zonas inundables en la Ciudad de Buenos Aires y su Área Metropolitana y corrobora una hipótesis contundente: los desastres naturales no existen; la inundación de Buenos Aires no es obra de la fatalidad; para lograr que se inundara fue necesario un proceso de lenta construcción social. El autor ilustra sus argumentos con una magnífica selección de dibujos, gráficos, fotografías históricas, planos y mapas. Mientras los cronistas y cartógrafos de la época fundacional registran en sus apuntes y bocetos los elementos relevantes del sitio natural donde se ha levantado la ciudad, los planos y mapas posteriores olvidarán progresivamente representar los condicionantes naturales. Las Leyes de Indias y después el sentido común prohibieron edificar en los terrenos bajos. Pero las sucesivas fases de desarrollo económico y social del país, el desmedido lucro inmobiliario, la soberbia tecnológica, la irresponsabilidad o la corrupción políticas irán permitiendo y fomentando la urbanización de los valles de inundación del Maldonado, el Vega, el Cildáñez, el Medrano, el Riachuelo. Entonces, ¿es racional esta operación: “Primero se mete a la gente a vivir adentro del río y después se busca cómo sacar el río de allí, mediante obras públicas costosas y de resultados inciertos”? Pese a todo, Brailovsky no cree en fatalidades eternas: “Sólo la participación ciudadana puede orientar maneras diferentes de pensar la relación de nuestra cultura con la naturaleza”.

Buenos Aires – ciudad inundable

May 4, 2011

Reconstrucción histórica-límites naturales-Cdad Bs. As. área Retiro


Buenos Aires, ciudad inundable (por Antonio Elio Brailovsky)
Los desastres naturales no existen. El desastre es la expresión social de un fenómeno natural. A lo largo de varias siglos, la Ciudad de Buenos Aires primero y su Área Metropolitana después han ido bajando, hasta ocupar una superficie cada vez mayor de terrenos bajos.

Av. Santa Fe y Humboldt inundada (área de influencia del arroyo Maldonado)


Detrás del loteo inescrupuloso han venido las obras salvadoras, cuya contribución a la solución de los problemas siempre fue menor de lo esperado. Sin embargo, siempre se pidió y prometió la solución definitiva de las inundaciones urbanas, sin preguntar si esa solución era técnicamente factible y, además, si la podríamos pagar.

Av. Santa Fe y Humboldt bajo el agua/Foto tomada por el lector Rodrigo Sobrero ( La Nacion)


¿Nos atreveremos a decir que no hay solución definitiva y que la mejor gestión de crecidas es aquella que acepta esa realidad? Sigue la nota

Negocios hechos con la inundación ajena

November 1, 2010

Las inundaciones son obra humana

[En síntesis: La contaminación y las inundaciones no son otra cosa que los emergentes de un modelo de desarrollo metropolitano que combinó un sistema socio económico que consolidó fuertes desigualdades (internalizando ganancias y socializando costos), un mercado de suelo promotor de la ocupación indiscriminada del territorio y, finalmente diversas políticas públicas dispersas, discontinuas e inconexas. Francisco Javier de Amorrortu, 28/10/10 ]

Clarín, 01/11/10 La ideología del siglo XIX, que postulaba el dominio del hombre sobre la naturaleza, fue el disparador de las acciones urbanísticas más irresponsables. No debemos seguir cometiendo esos mismos errores.

Sin duda, lo más cómodo es echarle la culpa a la naturaleza. A pesar de las más duras críticas, todavía el Banco Mundial y la mayor parte de los organismos de Naciones Unidas utilizan la expresión “desastre natural” para referirse a las consecuencias de una inundación o de un terremoto.

Como expuse en el I Congreso de Ingeniería Sustentable y Ecología Urbana de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Palermo, un terremoto en un desierto es un simple evento, no un desastre. Y la crecida de un río es algo que ocurre periódicamente, sin ninguna consecuencia, salvo que hayamos cometido la irresponsabilidad de urbanizar las zonas que el río ocupa cuando desborda.

De modo que estamos ante desastres ambientales y no desastres naturales, simplemente porque son artificiales. Lo que hemos hecho en nuestras ciudades se parece mucho a la conducta de Mickey Mouse en su inolvidable rol del Aprendiz de Hechicero, que generó una inundación sin saber cómo evitarla o detenerla.

La historia de la Ciudad de Buenos Aires es, en una medida muy alta, la de su descenso hacia las zonas naturalmente inundables. Pedro de Mendoza y Juan de Garay fundaron la ciudad en una singularidad geográfica: el único punto de esta margen del Río de la Plata donde coexisten un puerto natural (el Riachuelo) con una barranca elevada, libre de crecidas.

Siguiendo las Ordenanzas de Población de Carlos V y Felipe II, los bajos inundables se mantuvieron vacíos durante toda la época colonial. Es significativo que los planos de los años 1713 y 1782 muestren con claridad las líneas topográficas para dejar en claro los límites de las zonas que no podían ocuparse.

Trabajo práctico: buscar esas mismas líneas topográficas en los planos de la ciudad de uso masivo. No las van a encontrar. ¿Por qué un plano de hace tres siglos tiene más información que uno de este año? Porque una vez que metimos a cientos de miles de personas en sitios que no son aptos para habitar, era necesario borrar las pruebas.

La ideología del siglo XIX, que postulaba el dominio del hombre sobre la naturaleza, fue el disparador de las acciones urbanísticas más irresponsables. Se suponía que éramos capaces de hacer cualquier cosa, por difícil que fuera. La fantasía de que podíamos solucionar cualquier problema vinculado con el medio natural nos hizo olvidar que no sabemos si vamos a poder pagar esa solución, en el caso de que exista. La omnipotencia de la tecnología nos llevó a la ubicación de las ciudades en áreas de riesgo creciente. Buenos Aires y otras ciudades argentinas enviaron a los pobres hacia abajo, a ocupar los valles de inundación de ríos y arroyos. En otras ciudades se hizo lo mismo, pero sobre áreas de riesgo diferente. En Río de Janeiro, en San Pablo, en Caracas, los pobres en vez de bajar suben: se asientan en las laderas de los cerros, en sitios deforestados de altas pendientes. Cuando llegan las grandes tormentas del trópico, los suelos se aflojan y deslavan y esas viviendas caen sobre el valle.

Corresponde destacar la sensatez de Sarmiento, quien propuso parquizar (es decir, no habitar) los bañados de Palermo. El día de lluvia no vamos al parque y no nos importa si ese terreno se inunda. Es diferente si allí se hicieron viviendas.

La entonces Municipalidad de Buenos Aires y las municipalidades del conurbano alentaron, por negligencia o complicidad, el descenso de las urbanizaciones. Así, al compás del poblamiento de la Boca y Barracas, los planos de fines del siglo XIX discretamente borran los límites de las áreas inundables.

Aún más, se alienta la especulación inmobiliaria sobre las zonas bajas. El intendente Crespo autoriza lotear las tierras del barrio que hoy inmerecidamente lleva su nombre, permitiendo la construcción de miles de viviendas en terrenos bajo cota de inundación. Le corresponde el honor de haber inaugurado los negocios hechos con la inundación ajena.

La secuencia inaugurada por Crespo sobre el arroyo Maldonado se repite sobre los demás arroyos de la Ciudad y del conurbano. Primero se autoriza el loteo de zonas que no son aptas para vivienda: las márgenes de los arroyos Maldonado, Vega, Medrano, Cildañez, Riachuelo, etcétera.

Después, atendiendo al reclamo de los afectados, se hace el negocio de la obra salvadora: rectificación del Riachuelo, entubamiento de varios arroyos. El discurso político es siempre el de la “solución definitiva” a las inundaciones. En realidad, las mejores de esas obras sólo lograron atenuar las crecidas, como ocurrió con la rectificación del Riachuelo.

Otras, en cambio, fueron contraproducentes: todos los entubados empeoraron el comportamiento de los arroyos sobre los que se hicieron. Las obras significaron crear obstáculos a la rápida salida del agua, con lo cual agravaron las inundaciones. A pesar de eso, todavía hay vecinos del Gran Buenos Aires que piden que les entuben los arroyos.

¿Por qué lo hicieron, entonces? ¿Por qué se sigue pidiendo ahora? Porque esconder un arroyo contaminado valoriza la propiedad inmueble. Esa valorización atrae nuevos pobladores. Paradójicamente, las obras de atenuación de crecidas reducen la inundación pero aumentan la cantidad de inundados. No sorprende saber que la cuenca del arroyo Maldonado tiene una densidad de población equivalente al doble del promedio de la Ciudad de Buenos Aires. Lo que permite reiniciar el ciclo: nuevos inundados reclamarán obras nuevas que difícilmente solucionen el problema pero que, sin duda, generarán futuros inundados. En medio de esto, toca hacernos la pregunta de fondo: ¿qué estamos haciendo en las zonas inundables?

Por qué se inunda Buenos Aires

April 26, 2007

Por qué se inunda Buenos Aires

Av. Santa Fe y Humboldt bajo en agua/Foto lector Rodrigo Sobrero (La Nacion)


El Arq. Osvaldo Guerrica Echevarría explica claramente por qué se inunda Buenos Aires y cómo se “preparó” este escenario actual.
“Buenos Aires se inunda ante cada lluvia copiosa. La ciudad colapsa y miles de vehículos quedan imposibilitados de seguir su camino, cientos quedan flotando, las cámaras transformadoras de corriente eléctrica quedan anuladas, miles de vecinos quedan sin electricidad, hay calles que se convierten en ríos. La ciudad se paraliza.
Los funcionarios dicen que eso se debe a las maldades de la madre naturaleza, a que los vecinos sacan la basura fuera de hora o que los adversarios políticos se dedican a tapar lo sumideros para provocar el caos. Por su parte, algunos de esos adversarios políticos aventuran que el oficialismo no ha hecho todas las inversiones necesarias en infraestructura y que no se ha cumplido con las megaobras proyectadas para acabar con “el flagelo de las inundaciones”.
La realidad es que los vecinos y circunstanciales ocupantes de la ciudad son convidados de piedra ante un escenario preparado para que se produzcan esas inundaciones. Los funcionarios y “los emprendedores” inmobiliarios lo vienen preparando desde hace muchos años; los vecinos, desde entonces, están tratando de pararlos.
¿Qué ha sucedido en Bs. As. en los últimos 50 / 60 años para qué cada vez sean más graves las consecuencias provocadas por una lluvia copiosa? Sucedió lo siguiente:
a) Se prolongó, hasta en más de 500 m de su lugar original, la desembocadura de los cinco arroyos que desaguan sobre el Estuario del Plata (mal llamado río).
b) Se impermeabilizó la mayor parte de la entonces superficie absorbente de la ciudad con nuevas construcciones.
c) Se redujo sensiblemente la cantidad de espacios verdes, tanto públicos como privados.
d) Se construyeron edificios en altura indiscriminadamente en casi toda la ciudad, pero principalmente en las zonas cercanas a la costa (Puerto Madero, microcentro, Retiro, Recoleta, Palermo, Belgrano, Núñez).
e) En la normativa constructiva de las zonas más densamente pobladas se eliminó la obligatoriedad de mantener el pulmón de manzana absorbente.
f) Por obra de sucesivas repavimentaciones, el nivel de las calzadas ha sido elevado ostensiblemente.
g) Existen barreras físicas, que separan zonas inundables de terrenos absorbentes.
h) Los conductos de desagote pluvial que conducen hacia los arroyos entubados, quienes finalmente desaguan en el estuario, transportan también líquidos cloacales y efluentes industriales.
¿Cuál es el efecto de esta permisiva intervención sobre el cuerpo vivo de la Ciudad? ¿Cómo influye cada una de estas circunstancias, potenciando los efectos de una lluvia?
a) Los arroyos de llanura, como lo que atraviesan la Ciudad de Bs. As., y que entubados han sido convertidos en pluvioductos, tienen muy poca pendiente y por lo tanto poca velocidad de escurrimiento. Si alegremente se prolonga su desembocadura con rellenos sobre la costa, el escurrimiento de las aguas se retarda sensiblemente (a mayor alejamiento de la costa original, mayor tiempo de desagote de los conductos). La costa de la Ciudad ha sido rellenada históricamente en una superficie que casi llega a los 40 km cuadrados y la desembocadura de los arroyos ha sido prolongada hasta en 500 m. Este tipo de tareas continúa en la actualidad para ejecutar las ilegales obras de ampliación del Aeroparque Jorge Newbery.
b) El auge de la construcción en propiedad horizontal, ya sea entre medianeras o en edificios de perímetro libre (torres), eliminó la existencia de terrenos privados absorbentes.
c) Durante el siglo XX se redujo la cantidad de espacios verdes públicos en más de 50 hectáreas. Esto, además de ser un perjuicio directo a la población porque se le eliminó la posibilidad de su disfrute, se constituyó en una sensible pérdida de superficie absorbente.
d) Las fundaciones de los edificios en altura implican excavaciones muy profundas que sobrepasan largamente las dos primeras napas de agua. Es a través de estas napas, que los terrenos aún absorbentes acumulan el agua y la envían al estuario. La red de bases de hormigón construidas, constituyen -subterráneamente- un verdadero dique a la evacuación de las aguas de lluvia, retrasando y muchas veces impidiendo el escurrimiento.
e) Los códigos indicaban la existencia de un “pulmón de manzana absorbente”. Esta obligación dejó de existir y desde hace muchos años se permite construir planta baja y primer piso en cada parcela, perdiendo así, el pulmón de manzana, su condición de permeabilidad.
f) Las calles de la ciudad estaban empedradas en un nivel por lo menos 20 cm por debajo de la vereda. Las sucesivas pavimentaciones y repavimentaciones sobre el adoquinado original ha invertido esa relación; las calles (salvo la cuneta de hormigón) han quedado más altas que las veredas, facilitando así la inundación inmediata de estas.
g) Los largos y continuos paredones que rodean los antiguos predios ferroviarios siguen existiendo, a pesar de que su eliminación haría desaparecer una barrera física entre el agua de las zonas inundadas y un gran sector de superficie absorbente.
h) Una parte significativa de la sección útil de los pluvioductos, es utilizada desde hace más de veinte (20) años por líquidos cloacales y efluentes industriales no tratados, ya que la red cloacal está colapsada desde entonces y no existen plantas de tratamiento de efluentes. Esto hace que, no sólo se reduzca la posibilidad de evacuación rápida de las aguas de lluvia, sino que estos líquidos altamente contaminados, descarguen “en crudo” en nuestro ya contaminado estuario.
Todo esto es sabido y reconocido por profesionales y técnicos de diversa extracción, pero dirigentes políticos y funcionarios siguen proponiendo megaobras de transporte, almacenamiento y evacuación de aguas de lluvia (como el peligroso proyecto de los túneles aliviadores del Maldonado) que significan gastos extraordinarios -aún con endeudamiento externo- pero sin contemplar la posibilidad de parar de construir, parar de impermeabilizar y ejecutar proyectos vecinales como son los de generar nuevas tierras absorbentes en los predios que son del dominio público del Estado Nacional dentro de la ciudad -ferroviarios, militares, ex Mercado de Hacienda, etc. que suman más de 300 hectáreas- y construir un lago regulador sobre la ex playa ferroviaria de Palermo” Fuente: http://www.arquimaster.com.ar/blog/?p=87